La fuerza de voluntad es el motor que hace posible crecer en la vida. Es esa energía que nos empuja a hacer cosas difíciles, que si lo pensáramos demasiado, posiblemente no lo haríamos. Nos ayuda a tener perspectiva y mirar más allá de las incomodidades del corto plazo. La fuerza de voluntad como dice la frase mueve montañas.

Pero, ¿qué hacer cuando esa fuerza se agota? Antes de pensar en cómo recuperarla analicemos cómo se pierde.

La biología de la voluntad

Por la vida andamos con dos baterías que se consumen a medida que transcurre el día. Una es la del celular. Después de dejarlo enchufado toda la noche, arrancamos el día y empezamos a usar ese dispositivo intensamente. Es muy habitual que ya para el fin del día estemos con la reserva o bien que se apague por completo. Por la noche lo volvemos a enchufar y así el ciclo se repite una y otra vez.

Así como funciona la batería del celular funciona la de la fuerza de voluntad. Partiendo de la base de una buena noche de descanso, arrancamos el día con la batería llena. A medida que avanza el día (y los problemas se suceden) esta batería se va agotando. Llega la noche y estamos cansados, nuestra batería ya está casi en cero y lo que necesitamos es descansar para recargarla.

Más allá del ciclo diario que nos permite recuperarnos, existen otros mecanismos para hacer recargas rápidas.

El combustible del cerebro

Nuestra mente funciona con glucosa y ésta se obtiene de lo que comemos. Cuando tenemos suficiente glucosa nuestro cerebro puede operar normalmente. Cuando la glucosa baja, nuestro cerebro se acomoda a esta situación priorizando determinadas funciones por encima de otras. En este reajuste, la fuerza de voluntad pierde protagonismo y muchas tentaciones e impulsos que por lo general manejamos bien, se vuelven sensiblemente inevitables.

Por ejemplo: es relativamente fácil tomar un desayuno sano. Si contamos con alimentos correctos es posible que elijamos bien a primera hora del día. Sin embargo, luego de una jornada intensa de trabajo duro, y sin probar bocado desde el mediodía, es difícil declinar esa invitación una picada con cerveza a las siete de la tarde (o cualquier otro menú que nos tiente). La batería está agotada. La fuerza de voluntad para decir que NO ya no funciona.

Este mismo ejemplo aplica a cualquier otra cosa que requiera mucha fuerza de voluntad (como el ejercicio, el estudio, el ahorro, etc.)

¿Qué hacer entonces?

Diversos estudios han comprobado que mientras tengamos suficiente glucosa es más fácil mantener la línea. En ese sentido podemos estar más atentos a qué ingerimos y cuándo lo hacemos. En relación en el QUÉ no da lo mismo la «calidad de la glucosa». Sin entrar en cuestiones técnicas, una tableta extra-large de chocolate puede aportar gran cantidad de energía pero se verá consumida con rapidez. En cambio hay otros alimentos, los famosos saludables (vegetales, frutos secos, etc.) que hacen un mejor trabajo para proveer una energía de calidad que se sostiene por más tiempo. Tampoco es saludable pasar mucho tiempo sin comer.

Es decir, lo básico sobre alimentación que ya sabemos todos, no sólo es bueno para el físico sino también para lo psíquico. El estado de ánimo, ganas, energía, como queramos llamarlo…todo está relacionado con la comida.

Por lo tanto, cuando tengas que tomar decisiones complejas, hacer esa tarea que no te gusta o hablar de un tema difícil, acordate siempre de darle a tu cerebro el alimento suficiente para funcionar al 100%.

Panza llena, ¡corazón… y cerebro contento!

¿Te falta fuerza de voluntad? Una forma sencilla de recuperarla…
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