Estoy en plena limpieza de un dormitorio “guarda-tutti”. Hasta la fecha fue el destino de todo aquello que uno tiene y no sabe donde poner. Como hasta el momento no necesitaba el espacio, no hubo problema. Ahora que lo necesito, me encuentro con la tarea de empezar a entender qué hay allí.

A través de esta actividad tan terrenal pude recordar un principio súper importante del liderazgo personal: “ojos que no ven, mente que no recuerda”. Encontré muchas cosas que no tenía ni idea que estaban allí. Al no tener estas cosas en mente, las desatendí, las dejé en el olvido. Muchas eran cosas a tirar, pero otras eran importantes para mí. ¿Cómo podemos aplicar esta idea para nuestros objetivos?

El poder de la saliencia

Recordamos y tenemos en cuenta aquello que vemos. En un mundo tan plagado de estímulos tales como información, personas, negocios, objetos… no podemos prestarle atención a todo. Nos volveríamos locos. Nuestra atención es limitada, y solamente le prestamos atención a lo que nos atrapa y/o lo que está disponible.

Este fenómeno se llama saliencia. Los asuntos que no tienen saliencia (es decir, aquellos que no se destacan sobre el resto), no se atienden. Un claro ejemplo a nivel social es el cambio climático. No es fácilmente perceptible para una persona común, salvo cuando hay un evento catastrófico (que eso sí se recuerda). Como en el día a día las conductas que agravan el cambio climático no tienen un resultado que se perciba, no resulta un incentivo suficiente que motive a las personas a cambiar sus comportamientos.

A nivel personal un clásico ejemplo son los objetivos de principio de año. Es muy normal definirse objetivos para cumplir cada año, algo así como una determinación, por ejemplo: “Este año me pongo a estudiar inglés”. La idea me parece genial. Pero, ¿qué pasa si esos objetivos no se escriben? O si se escriben, ¿qué pasa si no se releen? Con tantas cosas en la cabeza es posible que nos desenfoquemos o en el peor de los casos, que lo olvidemos por completo.

¿Qué hacer entonces?

Debemos tener presente nuestros objetivos, deben estar visibles. Necesitamos “cruzarnos” con ellos en la vida diaria. Podés ponerlos de fondo de pantalla de la PC o el celular, en la billetera, en un cuadrito en el living, en la puerta de la heladera,… adonde quieras. Pero si no los ves, no los vas a recordar, y si no los recordás, dificilmente lo puedas cumplir.

Ojos que no ven, mente que no recuerda
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