Convertirse en emprendedor no es tarea fácil. Especialmente para quienes trabajan en relación de dependencia representa un desafío enorme.
En primer lugar, se debe abandonar un trabajo estable, dejando una paga predecible, tareas conocidas, red de soporte y contención, infraestructura básica, compañeros, equipo y jefes, etc. Claramente el salto de empleado a emprendedor es un muy buen ejemplo de qué significa salir de la zona de confort.
En segundo lugar, el emprendedor necesita que su proyecto funcione empezando desde cero: desarrollar y generar su producto/servicio, buscar clientes y proveedores, hacer marketing, ordenar temas contables e impositivos, contratar gente, establecer un espacio de trabajo, atender clientes, manejar bancos, etc…Un enorme inversión de tiempo y dinero, pero por sobretodas las cosas, inversión de energía.
Pero el desafío más grande no es ninguno de los anteriores sino la combinación de ambos. Dicho de otra manera:
Ser emprendedor es lograr que un negocio funcione y que uno mismo funcione.
Están íntimamente relacionados, pero no es lo mismo.
El casino más peligroso del mundo
La tasa de mortalidad de nuevos proyectos en Argentina es de 80%. Es decir, al cabo de dos años, solo 2 de cada 10 proyectos sobreviven. Antes de los 5 años, algunos otros proyectos también caerán. Las probabilidades están muy en contra del emprendedor. «Ponerse un negocio» es una apuesta más riesgosa que jugar al rojo/negro en la ruleta.
Por lo tanto, es muy probable que un buen emprendedor haga un mal negocio. Es normal que pierda dinero. Por eso es tan importante entender esta distinción. El dinero y los negocios van y vienen. Lo que queda son las competencias y conocimientos adquiridos por el emprendedor.
Es mucho más importante desarrollarse como emprendedor… el negocio (actual o futuro) en algún momento va a funcionar.
Funcionar como emprendedor
Ser emprendedor es ser tu propio jefe. Suena muy lindo a priori. Pero las ventajas de la libertad y autonomía tienen como contracara la necesidad de disciplina y dedicación para que las cosas salgan. Ya no hay nadie que exija, más que uno mismo. Parece fácil pero no lo es. Si uno se deja atrapar por la diaria y cuestiones operativas menores, su negocio difícilmente crecerá.
Ser emprendedor implica desarrollar resiliencia. Capacidad de superar frustraciones (que son muchas). Perseverar, insistir. Al principio es todo dificultad. Muchas cosas nuevas y trabas. Pero justamente porque las cosas son difíciles es que la recompensa es grande.
Ser emprendedor requiere visión. Creer fervientemente en el proyecto. Soportar la incertidumbre y tal vez no tener tan claro el CÓMO hacer las cosas, pero estar completamente seguro de POR QUÉ hacerlas. Menos planillas de excels y más pasión.
Conclusiones
Hacer funcionar un negocio no es lo mismo que funcionar uno como emprendedor. Un negocio puede andar bien, de casualidad, por un tiempo. Pero si el emprendedor no desarrolla la disciplina, resiliencia y visión, difícilmente el proyecto sobreviva.
La buena noticia es que uno puede empezar a desarrollar las habilidades antes de lanzarse al desafío completo, por ejemplo liderando algún proyecto en la empresa de su empleador.
Estoy convencido que a los buenos emprendedores, que han adquirido estas habilidades, tarde o temprano les va bien.