Una de mis películas favoritas es Volver al Futuro. Hay una escena en la trilogía en la que el protagonista Marty McFly viaja al futuro y se encuentra con él mismo varios años más tarde. Visita su casa, se entera de su trabajo, ve a sus hijos y esposa. El Marty joven puede ver cómo el Marty mayor se siente frustrado por algunas decisiones que tomó en la vida. Pero más que nada por no perseguir su sueño de ser músico.
Leyendo sobre psicología cognitiva y social me encontré con el impresionante trabajo de Thomas Gilovich. Entre tantas cosas interesantes que escribe me llamó la atención su estudio sobre el arrepentimiento.
Según Gilovich las personas se suelen arrepentir en el corto plazo por las cosas que hicieron y salieron mal. Tiene sentido: una mala inversión con pérdidas económicas, una relación frustrada, un viaje a un destino que resultó ser poco interesante, etc. En el corto plazo estas cosas duelen.
Sin embargo ha comprobado que en los momentos finales de su vida, es decir, en el largo plazo, las personas se arrepienten por las cosas que no hicieron. No haberse animado a embarcarse en proyectos que querían hacer, no haber compartido más tiempo con sus seres queridos, no haber disfrutado más (y trabajar un poco menos), etc.
Subiendo al DeLorean
Me imagino que si me encontrara conmigo a los 90 años me diría algo parecido. Sería más compasivo con mis errores y fracasos, porque por lo menos lo intenté. Pero creo que no dejaría de decirme que me anime a hacer esas cosas que hoy no estoy haciendo “por estar muy ocupado”, “por no tener tiempo”, “por no ser el momento”, o por cualquiera de esas excusas que uno suele utilizar.
Te invito a que hagas el ejercicio. Subite a la máquina del tiempo e imaginate de grande, muy grande. Pensá qué te gustaría ver. Qué cosas has logrado. Quiénes te acompañan. Cómo has llegado a ese momento.
Marty McFly tuvo su revancha. Volvió del futuro para reescribir su historia. Vos y yo podemos hacer lo mismo.