Aprovechando el inicio de los Juegos Olímpicos de la Juventud, que se realizarán por primera vez en Buenos Aires, me gustaría compartir una historia sobre el atletismo con una importante lección para el desarrollo personal.

En la primera mitad del siglo pasado existía un concepto llamado “la barrera de los 4 minutos”. Básicamente consistía en que se consideraba imposible que un atleta corriera la distancia de una milla (1600 metros aprox) en menos de ese tiempo.

Cada año el tiempo bajaba, segundo a segundo, acercándose a los 4 minutos. Pero no había nadie capaz de superar esa marca. Hasta que Roger Bannister cambió la historia en 1954, registrando un tiempo de 3:59.4.

Mágicamente, luego de que Bannister rompiera el récord, más de 1400 atletas han superado también los cuatros minutos. Hoy se considera algo normal para un profesional.

Sin dudas la reducción en el tiempo tiene que ver con mejoras estrictamente deportivas: calzado, entrenamiento, alimentación, etc… Pero yo creo que en este caso (y en muchos otros también) existe otro factor, que juega un papel crucial.

La barrera de los 4 minutos es un límite psicológico. Una creencia. Algo que se consideraba imposible, primero en la mente y luego en el cuerpo. Y los límites primero se necesitan romper en la mente para pasar a la acción.

¿Cuántas veces creemos que llegamos a nuestro “límite”, cuando no vemos mejores resultados? ¿Cuántas veces abandonamos un proyecto cuando las cosas se ponen complicadas? ¿Cuántas veces nos dijimos “no puedo”, pero en realidad es “no le encuentro la vuelta” o “no me interesa lo suficiente”?

Bruce Lee dijo: “No existen los límites, solamente las mesetas”. Y creo que es una distinción fundamental. El “no puedo” está en tu cabeza. Es algo que te creíste, pero también podés dejar de creer. Si los resultados que buscás no aparecen, revisá tus creencias. Tal vez, simplemente estás en una meseta, pero tenés una montaña enorme delante por conquistar.

 

No existen los límites, solamente las mesetas
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