A principios de los años 70 un psicólogo llamado Philip Zimbardo realizó un experimento en el cual construyeron una cárcel de mentira. Reclutó 24 voluntarios para participar, quienes fueron sometidos a evaluaciones psicológicas con resultados normales. Dividió al grupo en dos (en forma aleatoria) y les designó roles: una mitad serían los guardia cárceles, los otros serían los prisioneros. Los guardias tendrían uniformes y palos y tenían responsabilidades: su misión era mantener el lugar bajo control durante dos semanas.
¿Qué sucedió? Poco tiempo después de comenzado el experimento cada grupo internalizó su rol. Los prisioneros se rebelaron y los guardias cumplieron su parte. Pero al cabo de unos pocos días el experimento se fue de las manos. Los guardias comprometidos con su papel llegaron a cometer actos muy repudiables para mantener el orden: privaron de dormir a los presos, los bañaron con extintores, les gritaron, insultaron, golpearon y muchas otras cosas peores hoy consideradas tortura.
Al sexto día Zimbardo tuvo que cancelar el experimento. Personas normales que en menos de una semana cometieron atrocidades.
¿Somos realmente lo que creemos que somos?
El experimento nos enseña un punto muy importante. Nuestra personalidad o carácter no es lo que generalmente pensamos que es. No es un conjunto de características fijas. Claro que nuestra crianza, educación y hasta genes importan. Pero bajo ciertas circunstancias el carácter se puede ver realmente afectado. Hay situaciones en las que gente perfectamente normal, de buenas familias con buenos valores, pueden actuar en formas imposibles de imaginar.
Lo que cada uno lleva consigo es clave. Pero el contexto afecta y mucho. Ya lo dijo hace 100 años Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mi circunstancia”.
¿Cómo aplicar esta idea?
Zimbardo tomó gente con buenas condiciones y vió como en un ambiente altamente negativo estas personas se degeneraron. Creo que el desafío de un líder es el opuesto al del experimento. El rol del líder será sumar gente que tal vez no tenga las mejores aptitudes y actitudes y proveerles un ambiente que los nutra para que estas personas crezcan. El experimento probó que la gente cambió para peor. Estoy convencido que puede ser al revés.
Por ejemplo: un equipo en el que se valore la cooperación, el respeto, la responsabilidad, la innovación…genera un efecto contagio a quienes tal vez no tengan estos valores tan arraigados. En tu caso: ¿Qué contexto respira tu equipo? ¿Qué cosas se celebran y qué otras se censuran? ¿Se vive un clima positivo de alto rendimiento?
Conclusión: como líderes debemos prestar especial atención al ambiente. La gente es como es, pero puede cambiar si el contexto le ayuda. Es posible nivelar para arriba.
PD: Hay una película muy buena sobre el estudio de Zimbardo llamada El Experimento. La recomiendo.