Cuenta la historia que un mono se acercó por primera vez al mar. Quedó fascinado por su inmensidad. Con prudencia mojó sus patas y se divirtió con el chapoteo. Estaba súper feliz. Luego se dió cuenta que en el mar había peces, cientos de ellos. Desesperado, tomó cuantos pudo con sus brazos y los sacó del agua. Un mono amigo que estaba a su lado le preguntó qué estaba haciendo. Este le contestó que los estaba salvando de morir ahogados…
Ayudar significa dar lo que el otro necesita, que no siempre es lo que uno mismo necesita. Y para entenderlo es necesario ver las cosas con un marco de referencia diferente. Implica ponerse en los zapatos del otro. Es decir, aplicar la empatía.
La empatía es una de las dimensiones de la inteligencia emocional. Es una habilidad imprescindible para trabajar en equipo y convivir pacíficamente en sociedad. Pero no sólo es un talento “simpático” o “buena onda”. La empatía está directamente relacionada con el éxito. La mayoría de las cosas se consiguen cooperando con lo demás. Y para esto es necesario empatizar.
Los campeones mundiales
Comparto a continuación unas ideas que tomé del libro “Dar y Recibir” de Adam Grant. Como parte de un experimento dos psicólogas de Berkeley estudiaron a bebés con dos tazones frente a ellos, uno con galletitas y otro con brócoli. Tras probar el contenido de ambos, los bebés mostraron marcada preferencia por las galletitas sobre el brócoli. Luego, vieron que una de las investigadoras manifestaba repugnancia por las galletitas y gusto por el brócoli. Cuando, a continuación, esa misma investigadora estiró la mano para pedir comida, los bebés podían ofrecerle galletitas o brócoli. ¿Qué les ofrecieron?
El 87% de lo bebés de catorce meses compartieron galletitas, es decir, dieron lo que ellos preferían. Pero este comportamiento se detectó en sólo el 31% de los bebés de dieciocho meses. Es decir, un 69% de los bebés aprendieron a compartir lo que le gustaba a la otra persona, aun si era diferente de lo que les gustaba a ellos. Es decir, demostraron empatía, con tan sólo un año y medio de edad.
Si un bebé puede hacerlo, nosotros también…
Ponerse en el lugar del otro…es tan fácil decirlo, pero súper difícil ponerlo en práctica. Pensemos por un segundo un mundo lleno de empatía: no habrían discusiones acaloradas de política, ya que la conversación con empatía apunta a entender lo que piensa el otro y no de convencerlo que lo que piensa está mal. No existiría el bullying, que por definición es lo opuesto a la empatía. No insultaríamos a los jugadores o al DT cuando juegan mal ni criticaríamos tanto a nuestros jefes, ya que hacen lo pueden o lo que les sale…
La empatía se aprende. Comienza con la decisión fundamental de respetar al otro. Respetar con mayúscula, pensando que el otro es una persona inteligente y que en la mayoría de las veces hace lo mejor que está a su alcance. Tal como nosotros, que muchas veces acertamos, pero también nos equivocamos. Que tenemos nuestras ideas, pero no son LAS ideas, sino UNAS ideas, tan válidas como las ajenas.
La empatía no es algo místico. Es algo que podemos practicar todos los días si estamos decididos a hacerlo.