Llego a Aeroparque a tiempo. Al ingresar, veo una marea de gente y una fila de no menos de 100 personas para hacer el check-in. Empiezo a averiguar que pasa y parece que varios vuelos se han cancelado y otros están demorados. No me queda otra que esperar. Luego de más de hora y media hacer la fila, llego al mostrador. Me dicen que mi vuelo saldrá casi 5 horas más tarde.

Claramente no viajaba solo. Otras 200 personas estaban en mi misma situación. Como tiempo me sobraba, me tomé un momento para analizar las diferentes reacciones. Había quienes enfurecidos por la demora insultaban y gritaban a la empresa. Otros descargaban su bronca con su familia. Había un grupo con cara de pocos amigos que no hacía nada. Algunos simplemente trataban de distraerse con su celular.

Escucho el famoso “adelanteeee”. Me acerco al mostrador y hago el check in. Intentando contener mi frustración le indico a la recepcionista que por motivo de la demora perdí el transporte que había acordado. Le dije que al llegar tan de madrugada no tenía plan B y que necesitaba que resuelvan mi traslado al hotel. Insistí un poco hasta que habla con su supervisora y me consigue no solo el traslado gratis (era bastante dinero) sino también una cena sin cargo en el aeropuerto.

Me siento aliviado por resolver el problema: mi traslado al hotel. El tiempo de espera es irrecuperable. En el mientras tanto disfruto de mi cena gratis combinando un poco de charla y lectura.

Qué aprendí de la experiencia

Al problema no le importan tus emociones. Uno puede enojarse y mucho, pero el problema puede quedar allí en el mismo lugar. Nuestro foco debe estar puesto siempre en las soluciones. Quejarse con los demás, o peor, tragarse la bronca, no sirve. Lo único que sirve es resolver (si se puede) el problema. Toda esa hora de bronca que ví en la fila fue inútil. Lo único que servía era ser lo más convincente posible con la recepcionista para intentar solucionar o compensar el infortunio.

Ante un problema, no hay que tener miedo a pedir. Al llegar a destino y encontrar para mi agrado a un chofer con un cartelito con mi nombre, me doy cuenta que otro pasajero estaba muy preocupado por cómo llegar a su hotel. Al consultarle me dice “a mí no me ofrecieron el taxi”…

El tango dice “el que no llora no mama…” y lamentablemente es cierto. Estoy seguro que si yo no decía nada, ni tampoco insistía, me tenía que pagar el traslado. Pidamos, exijamos, pero sin enojarnos. No tiene nada de malo. ¿Qué es lo peor que puede pasar…? El no ya lo tenés!

El problema no es responsable de que la pases mal. El avión sale demorado. Es una realidad. No hay nada que puedo hacer para llegar antes. Es claramente un contratiempo y no lo elegí. Pero lo que sí puedo elegir es cómo me tomo esta situación. Otra vez, puedo pasar un momento horrible, discutiendo con mi entorno, mirando el reloj sin parar… o tratar de usar ese tiempo extra en algo más placentero. La compañía aérea pudo ser la responsable del problema, pero no es responsable de tu mal humor.

3 estrategias para actuar frente a cualquier problema
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